sábado, 6 de enero de 2018

Usar los mercados para ayudar a los pobres (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de diciembre en Mapping Ignorance.


Los mercados competitivos son sin duda el mecanismo económico más estudiado. La Teoría Económica explica razonablemente bien, al menos para una ciencia social, sus propiedades y su éxito a lo largo de la historia. Tenemos experimentos de laboratorio (véase aquí y aquí), y amplia evidencia histórica de que una sociedad orientada al mercado mejora a una que se aparta de él. Ha ocurrido en democracias como India, en dictaduras de izquierda como China y en dictaduras de derecha como la del Chile de Pinochet. Sin embargo, fuera del laboratorio no hay muchos ejemplos donde podamos seguir la pista a los cambios desde un sistema altamente regulado a uno pro-mercado aislándolo de otros cambios y controlando las distintas variables. Un ejemplo temprano se encuentra en Radford (1945) [1], quien documentó la economía de los campos de prisioneros de guerra alemanes hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Primero, cada prisionero recibía una asignación de bienes por parte de la Cruz Roja (economía planificada), después los prisioneros intercambiaban bienes entre sí (economía de intercambio) y usaban cigarrillos como moneda (economía monetaria).
Prendergast (2017) [2] documenta y analiza una transición reciente y organizada desde un mecanismo de planificación central a un mercado en un sector muy específico: la distribución de comida a los pobres vía bancos de alimentos. Esta es la historia.

Feeding America es una ONG de los EEUU., que recibe 150 millones de kilogramos de comida al año de diferentes donantes, y que las distribuye entre los pobres en todo EEUU. a través de bancos de alimentos locales. Anteriormente a 2005, la distribución se hacía según el sistema “espera tu turno”. Los bancos de alimentos local se ordenaban en lista de espera según una medida de cuánta comida habían recibido ya en relación al número de pobres en el área del banco. Cuando Feeding America recibía una donación, llamaba al primer banco de la lista para ofrecerle el cargamento. El banco tenía entre 4 y 6 horas para contestar aceptando o rechazándolo. Si lo rechazaba, se llamaba al siguiente banco en la lista. Había razones por las que un banco podía no querer un cargamento de ayuda, entre ellas, el hecho de que debían hacerse cargo del coste de transporte. Si el donante estaba muy lejos o si el cargamento consistía en bienes para los que el banco no necesita o que no puede almacenar adecuadamente, podía rechazar el cargamento. Hay tres características adicionales que conviene mencionar para entender el resto de la historia. Primero, en este sistema todos los bancos terminaban recibiendo en media un conjunto de alimentos similar. Segundo, para los bancos locales, Feeding America no era la única fuente de donaciones, ya que cada uno tiene sus propios donantes locales. Tercero, incluso si un banco rechazaba una donación, el sistema recalculaba su posición en la lista como si la hubiera aceptado. Esto último se hacía para desincentivar los rechazos y no causar un contratiempo a los donantes, haciéndoles esperar para recoger un lote que han decidido donar y que ocupa espacio de almacenamiento. El objetivo de este mecanismo era asignar un número igual de kilogramos de comida por pobre, y los números muestran que este objetivo se conseguía con mucha precisión.

El sistema centralizado presentaba dos problemas principales. El primero es la variedad de las características de los bancos locales, algunos reciben muchas más donaciones de otros donantes que otros, y distintos bancos tienen distintas capacidades de almacenamiento. Sin embargo, Feeding America no tenía información sobre estas características. Esto significa que los bancos son muy heterogéneos en sus necesidades de diferentes tipos de alimentos. Por ejemplo, un banco de alimentos en Idaho probablemente no necesite más patatas, o uno en Wisconsin puede no tener uso para más productos lácteos. El segundo problema es que el sistema no permitía ofrecer el mismo cargamento a más de un número reducido de bancos, puesto que cada oferta implicaba un tiempo de espera de varias horas.

Referencias:

1. Radford, R. A. 1945. The Economic Organisation of a P.O.W. Camp. Economica 12(48), 189–201.

2. Prendergast, C. 2017. How Food Banks Use Markets to Feed the Poor. Journal of Economic Perspectives 31(4), 145–162.

(Continúa aquí.)

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